Anunciado durante un Instagram Live que empezó con vinilos de Donna Summer, ABBA y Dolly Parton, y terminó con un tirón de pelo (literal), Carpenter presentó su séptimo disco con la clase de show que mezcla inocencia retro con dominación pop. En el cover: ella, rubia vestida de negro, gateando, mientras una mano (masculina) le agarra el cabello. Fondo blanco, gesto ambiguo. ¿Está posando? ¿Se está rebelando? ¿Nos está troleando?
La imagen explotó en redes sociales en menos tiempo del que tarda “Manchild” —el primer single del álbum— en pegarte el estribillo. Y si “Espresso” fue un guiño dulce con cafeína, “Man’s Best Friend” parece el espresso doble con bourbon.
Mientras algunos fans aplauden la portada como “iconografía instantánea” y “el tipo de statement visual que Madonna aplaudiría en privado”, otros la acusan de alimentar estéticas cuestionables. “¿Esto es arte o simplemente kink disfrazado de concepto?”, se pregunta un post viral con más de 30 mil likes. Otro usuario fue más directo: “Si Taylor hiciera esto, estarían quemando vinilos en TikTok”.
Desde “Espresso” hasta “Please Please Please”, Sabrina ha construido su identidad visual en el filo entre lo coqueto y lo corrosivo. “Manchild”, escrito junto a Jack Antonoff y Amy Allen, llegó al #1 global en Spotify en menos de 24 horas, acompañado de un video dirigido por Vania Heymann y Gal Muggia que parece salido de un thriller romántico.
Tal vez todo. Tal vez nada. Lo cierto es que, tras vender 10 millones de discos con Short n’ Sweet, acumular seis nominaciones al Grammy y ganar dos —incluyendo “Mejor Álbum Pop Vocal” por Espresso—, Carpenter ya no necesita pedir permiso. Solo empujar los límites.
“Man’s Best Friend” parece ser la respuesta explícita a quienes alguna vez la encasillaron como “actriz Disney con micrófono bonito”. Hoy, es una estrella pop con ambición teatral, ironía milimétrica y timing digital de francotiradora.