Mike White, creador de la serie, no solo disecciona la opulencia con bisturí afilado, sino que la expone en su versión más cruda: la de una clase privilegiada que se devora a sí misma entre falsos gestos de altruismo y una insatisfacción perpetua.
La primera temporada nos llevó a Hawái, donde un grupo de turistas adinerados se refugiaba en un resort de ensueño sin imaginar que sus vacaciones se convertirían en un microcosmos de tensiones raciales, sexuales y de poder. Unas vacaciones que, como todo en la serie, comienzan con promesas de placer y terminan con el olor a cadáver.
La segunda entrega trasladó la acción a Sicilia, donde los tonos pastel y los mosaicos centenarios no lograron ocultar el vacío existencial de un grupo de huéspedes marcados por la traición, el deseo y la amenaza constante del naufragio emocional. Allí, Jennifer Coolidge, en su icónico papel de Tanya, nos regaló una de las escenas más trágicas y absurdas de la televisión reciente. 
Ahora, The White Lotus se muda a Tailandia para su tercera temporada, y la expectativa es enorme.
Mike White ya adelantó que el foco esta vez estará en la espiritualidad y la muerte, lo que hace suponer que, entre sesiones de meditación y retiros de bienestar, la serie volverá a recordarnos que el privilegio no es sinónimo de felicidad. ¿Quién será la próxima víctima? ¿Qué nuevos excesos serán ridiculizados? ¿Habrá una secuela del culto de ricos que vimos en Sicilia? Lo único seguro es que el paraíso siempre esconde un infierno, y que estaremos ahí para verlo arder este próximo 17 de febrero por MAX.