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Explorar y pedalear sin sufrir: así se viaja con Electrip

Electrip ofrece rutas en bicicleta eléctrica por volcanes y lagos salvadoreños. Naturaleza, aventura y buena guía para quienes buscan explorar sin agotarse.
Erick y Mayra, la dupla detrás de Electrip, redefinen el turismo de aventura en dos ruedas.| Fotografía: Storylate

En El Salvador, un país de curvas, cumbres y calor, andar en bicicleta no suena precisamente cómodo para quienes no son tan aventureros. Pero Erick y Mayra, una pareja de ciclistas que decidió hacer del paisaje su pista personal, están cambiando esa narrativa con Electrip, una aventura sobre ruedas que mezcla naturaleza, sudor y tecnología.

Todo empezó en septiembre de 2024, cuando el espíritu inquieto de ambos —Erick pedalea desde hace más de dos años y Mayra lo sigue desde hace año y medio— los llevó a probar bicicletas eléctricas. La idea no era dejar de pedalear, sino compartir sus rutas favoritas con más personas sin que el cansancio les robara el placer del paisaje.

Con Electrip, ofrecen circuitos para grupos reducidos, máximo cuatro personas, en recorridos que van desde lo básico hasta lo ligeramente salvaje. No se trata de motos disfrazadas de bicicletas: las eléctricas que usan triplican la fuerza del pedaleo, pero no pedalean por ti. Siguen siendo bicicletas, con toda la técnica (y el equilibrio) que eso implica.

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Y sí, los destinos son postales vivas: la laguna de Chanmico, el lago de Coatepeque, las faldas del volcán Izalco, la Cueva del Escorpión en el Cerro Verde. Cada uno con su propio encanto y su propia exigencia. En Instagram, donde documentan los viajes, se puede ver tanto la majestuosidad del entorno como la atención al detalle que tienen Erick y Mayra, quienes más que guías son anfitriones: pendientes, cálidos y expertos en hacer de cada electrip una experiencia única.

El costo arranca desde $18 por persona, dependiendo del circuito. Pero lo esencial no está en el precio, ni siquiera en la bicicleta. Lo esencial es el entusiasmo. Y, claro, recordar cómo se pedalea. Porque lo que propone Electrip no es una ruta turística más, sino una invitación a reconectar con el paisaje, con el cuerpo y con esa sensación inconfundible de libertad que solo se siente al ir cuesta abajo con el viento en la cara.