El reciente reconocimiento de Alquimia Coffee como una de las mejores cafeterías del mundo, ocupando el puesto #14 en el prestigioso ranking de The World’s 100 Best Coffeeshops, no es un accidente ni una coincidencia. Es, en cambio, la culminación de una búsqueda, un testimonio de cómo la pasión, la ciencia y la dedicación pueden transformar algo tan cotidiano como el café en una experiencia trascendental.
Alquimia Coffee, un orgullo salvadoreño, es una de las cuatro cafeterías latinoamericanas que lograron un lugar en el codiciado top 20.
El ranking en cuestión no se basa en caprichos ni en modas efímeras. Se trata de una selección rigurosa en la que expertos de todo el mundo evalúan en anonimato más de 30,000 cafeterías, atendiendo a criterios como la calidad del café, el conocimiento y la destreza de los baristas, la innovación, la hospitalidad, el diseño y hasta la propuesta gastronómica. En este universo competitivo, donde cada detalle cuenta, Alquimia Coffee ha conseguido destacar. 
“Recibimos y celebramos este reconocimiento con humildad, alegría, emoción y, sobre todo, gratitud a Dios”, dice Federico Bolaños, fundador de Alquimia Coffee.
Federico Bolaños, menciona la gratitud como un eje central de esta conquista, pero también habla de un compromiso renovado: seguir innovando, perfeccionando, elevando los estándares del café de especialidad y creando experiencias que vayan más allá de lo sensorial.
En un sector donde la búsqueda de la perfección a menudo puede resultar un callejón sin salida, Alquimia Coffee propone una visión distinta. No aspiran a un ideal estático, sino a la evolución constante, a la mejora continua, a un camino de exploración en el que cada sorbo pueda redefinir la relación del consumidor con el café. “No somos solo una marca, somos una promesa”, afirman con convicción.
El concepto de Alquimia siempre ha evocado la transformación, la búsqueda de lo sublime a partir de elementos terrenales. En este caso, es un recordatorio de que el café puede ser algo más que un buen elixir filtrado: puede convertirse en una experiencia que trasciende lo gustativo, que toca lo emocional y lo sensorial. Puede ser, en palabras de sus creadores, “un viaje que nos acerque a la perfección en la búsqueda incansable e incondicional de lo sublime”.
Pero ninguna gran cafetería existe sin las manos que la sostienen. Bolaños es consciente de ello y dedica este reconocimiento a todas las personas que han hecho posible este sueño: los baristas, verdaderos alquimistas que transforman el café en una obra de arte; los productores, guardianes del grano que, con su esfuerzo y amor por la tierra, aseguran que cada taza lleve consigo una historia; y los clientes, quienes con su elección diaria validan esta filosofía y la convierten en un fenómeno vivo.
En un mundo saturado de cafeterías que intentan diferenciarse a través de nombres llamativos o diseños efímeros, Alquimia Coffee nos recuerda que el verdadero lujo no radica en la apariencia, sino en la sustancia. No en la superficialidad de un empaque, sino en la atención meticulosa al detalle. No en la aspiración de ser tendencia, sino en la búsqueda de lo sublime.
Un reconocimiento como este no es un destino final. Es, más bien, una invitación a seguir explorando, a seguir transformando, a seguir haciendo alquimia.