Una tradición que no solo celebra a los ganadores de la noche, sino que también reconfigura el tablero de la moda, marcando tendencias y dejando huella en el imaginario colectivo.
El primer mandato del código de vestimenta: un cambio de atuendo. Si la ceremonia de los Óscar exige sofisticación y dramatismo, la fiesta de Vanity Fair permite un giro calculado hacia la fluidez, la comodidad y, por supuesto, la capacidad de impactar en un contexto más relajado. No se trata solo de exhibir un segundo look, sino de reafirmar una narrativa estilística que, en muchos casos, supera al atuendo principal.
Pensemos en 2023, cuando Hunter Schafer y su etéreo conjunto de Ann Demeulemeester se convirtieron en el centro de todas las conversaciones, o en 2024, cuando Anya Taylor-Joy y Rosé definieron un nuevo estándar de opulencia discreta con sus elecciones de joyería y siluetas impolutas. Este año no fue la excepción.


Entre los grandes nombres que iluminaron la alfombra roja de Vanity Fair 2025 destacaron Mikey Madison y Zoe Saldaña, ambas con un accesorio en común: la estatuilla dorada. Madison, coronada como Mejor Actriz por Anora, cambió su Dior negro y rosa de la ceremonia por una versión más dramática, también de la maison francesa. Saldaña, en su segunda aparición vestida de Saint Laurent por Anthony Vaccarello, optó por un bodysuit de manga larga en seda jersey con falda de seda y una cola con volántes. Distintos enfoques, mismo impacto.
Pero la noche no solo pertenecía a los ganadores. Diseñadores, músicos y figuras clave de la industria convergieron en el epicentro del glamour de Hollywood, demostrando que en esta alfombra roja no importa quién seas; lo único que prevalece es el estilo.
Mientras la noche avanzaba, las copas tintineaban y las músicas resonaban, un clásico ritual de Vanity Fair tomaba forma: la incursión en In-N-Out Burger. Porque, al final, incluso en la cumbre del lujo, hay placeres que no se negocian.
Aquí, un recorrido por los looks más memorables de la noche más esperada del post-Óscar.