Miami tiene su gran final de dobles masculinos, y en la cancha del ATP Masters 1000 brillará el nombre de Marcelo Arévalo. El salvadoreño, junto con su compañero croata Mate Pavic, sellaron su boleto a la definición tras imponerse en un duelo electrizante a la pareja conformada por el neozelandés Michael Venus y el croata Nikola Mektic. El marcador: 2-6, 7-6 (4) y 10-5 en una hora y 32 minutos de pura intensidad.
El arranque no fue sencillo para la dupla Arévalo-Pavic. Venus y Mektic dominaron el primer set con un 2-6 que puso en alerta a los favoritos del torneo. Pero el ADN de campeones se impone cuando más se necesita, y el salvadoreño y el croata subieron el nivel en el segundo set. Se repusieron de un 4-2 en contra, llevaron el set al tie break y allí se impusieron con autoridad 7-6 (4). Ya con el envío anímico de su lado, en el match tie-break no hubo dudas: con un servicio implacable, ejecutando siete de ocho con éxito, firmaron un 10-5 que los manda directo a la final.
El último obstáculo en el camino hacia el título será la dupla británica de Julian Cash y Lloyd Glasspool, quienes llegan con la moral en alto tras despachar a los sembrados número dos, Henry Patten y Harri Heliövaara, en sets corridos (7-6 (7), 7-6 (5)). 
Sin embargo, la etiqueta de favoritos sigue recayendo en Arévalo y Pavic, quienes buscarán completar el codiciado ‘Sunshine Double’ tras haberse coronado recientemente en Indian Wells. Además, con un récord de 17-5 en la temporada y liderando el ranking de dobles del circuito ATP, llegan con la confianza a tope.
El partido promete ser un choque inédito y de alto voltaje. Ninguna de estas duplas ha chocado antes en el tour como equipos, aunque Arévalo y Pavic ya han enfrentado a estos rivales con distintas parejas. Ahora, en la gran final de Miami, se verá cuál de los dos equipos está listo para escribir una nueva página dorada en su historia.
La mesa está servida para un sábado de emociones. El sol de Florida brillará sobre la cancha, pero solo una dupla saldrá iluminada por la gloria. ¡Vamos, Marcelo!