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Thunderbolts*: una base estable, pero no una redención garantizada para el MCU

Thunderbolts*: una base estable, pero no una redención garantizada para el MCU

Thunderbolts* presenta una alineación renovada —The New Avengers encubiertos— en una cinta funcional y oscura que insinúa un posible renacer del MCU.

El universo cinematográfico de Marvel lleva años operando a una escala tan masiva —y tan dispersa— que cada nueva entrega carga con una presión casi desproporcionada: la de “salvar la franquicia”. Thunderbolts* no escapa de esa expectativa, pero al menos ofrece algo distinto: una película de tono contenido, con enfoque más íntimo, y con menos obligaciones cósmicas que la mayoría de sus predecesoras recientes.

Más allá de su título, Thunderbolts* hoy The New Avengers, son una especie de reconfiguración del equipo clásico con rostros menos emblemáticos, pero con potencial dramático. La cinta se apoya en personajes como Yelena Belova (Florence Pugh), Bucky Barnes (Sebastian Stan) y John Walker (Wyatt Russell), cuyas dinámicas complejas y pasados conflictivos aportan densidad, aunque no siempre sean bien aprovechadas.

Dirigida con un pulso más sobrio que espectacular, la película acierta al reducir la escala de sus conflictos. En lugar de una amenaza multiversal o una catástrofe galáctica, se enfoca en misiones tácticas, traiciones internas y dilemas éticos con consecuencias humanas. Sin embargo, esa decisión, aunque refrescante, también limita su impacto. La película corre el riesgo de sentirse como un interludio más que como un capítulo crucial dentro de la narrativa general del MCU.

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El guión —aunque eficiente— peca de conservador. Hay diálogos afilados y momentos de tensión bien construidos, pero también una tendencia a evitar riesgos reales. La fórmula Marvel, aunque atenuada, sigue presente: escenas de acción coreografiadas con precisión milimétrica, humor dosificado para neutralizar el dramatismo, y una estructura que no sorprende.

A nivel visual, la película evita el exceso digital al que nos acostumbró la franquicia. Se nota un intento por recuperar la fisicidad de las peleas, por dar peso a los espacios y por construir una atmósfera menos saturada. Es un esfuerzo que se agradece, aunque todavía queda camino por recorrer para renovar verdaderamente el lenguaje visual del estudio.

Lo más relevante de Thunderbolts* quizá no esté dentro de la película, sino en lo que representa: un posible punto de partida para reorganizar las piezas de un MCU que lleva tiempo perdiendo cohesión y por ende interés de parte del público. No es una película brillante ni revolucionaria, pero es funcional. Cumple, estabiliza y, al menos, no desordena más de lo que ya está.

Ahora bien, la verdadera prueba vendrá con Fantastic Four y Avengers: Doomsday. Si esas entregas no elevan la vara, Thunderbolts* será recordada no como el principio de algo nuevo, sino como una pausa bien ejecutada en medio de una caída prolongada.