Dicho esto, tengo que admitir que disfruté Sweeney Todd, aunque probablemente sea más por mi fascinación con la peculiar visión de Tim Burton. Por otro lado, nunca he podido terminar La La Land. Me cuesta conectar con esa sobreactuación tan característica del género, que, aunque diseñada para ser expresiva, me resulta inauténtica. Además, siento que en muchos musicales el guion parece ser solo un pretexto para llegar a la siguiente canción, lo que a veces hace que los diálogos se sientan forzados.
Escribiendo esto, me doy cuenta de que estoy sonando como alguien que critica la animación o las películas de terror sin entenderlas realmente. Quizás deba ser más receptivo a este mundo, y creo que por eso decidí darle una oportunidad a Wicked.
Cuando pienso en Oz the Great and Powerful (2013), recuerdo haberla visto sin mucho entusiasmo. Para mí, el universo de Oz era un terreno tan explorado en la cultura pop que nunca le presté demasiada atención. Desde los episodios temáticos en caricaturas hasta The Wizard of Oz (1939), que estudié en la universidad por su relevancia histórica, sentía que ya conocía la historia sin necesidad de profundizar más.
Lo que no sabía es todo lo que me estaba perdiendo. L. Frank Baum, el autor detrás de este universo, escribió 14 libros sobre Oz, y hay muchos más basados en este mundo. Sigo sin entender como eso es posible.
Sin embargo, me acercaba a Wicked con recelo. Mi percepción de los musicales no ayudaba: o la música compensa un guion mediocre, o la narrativa es buena y las canciones se sienten como una distracción. Pero una amiga me convenció de hacer una maratón en el cine, comenzando con Wicked, seguida de Gladiador 2 y cerrando con We Live in Time.
Puedo decir, sin llegar a convertirme en fanático del género, que Wicked me sorprendió. Su historia, cargada de trasfondo político, me pareció fascinante. La película expone temas como el poder, la manipulación y el uso de minorías para construir imperios, una reflexión que, tristemente, podría pasar desapercibida para algunos públicos.
Visualmente, me quedé con ganas de colores más vibrantes que reflejaran la magia del mundo de Oz. Pero donde la película realmente brilla es en las actuaciones, especialmente la de Ariana Grande, que merece todas las nominaciones posibles. Su interpretación de
Glinda es un equilibrio perfecto entre lo caricaturesco y lo emocional. Cynthia Erivo también destaca, aunque el resto del elenco tiene altibajos.
En resumen, Wicked es una experiencia cinematográfica que, aunque no se siente como un espectáculo completamente realizado, es altamente disfrutable. Es una película para toda la familia que logra que sus 160 minutos pasen volando. Puede que no me convierta en un amante de los musicales, pero definitivamente volveré al cine por la segunda parte.
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